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A TU MEMORIA...



¡Esta en mi forma de empezar a decirte Gracias!


¡Porque no hay nadie indispensable en esta vida!, las primeras sabias palabras a mis oídos, Rafael Mojica, en el cuarto del lado a los directivos de la Universidad en uno de los temerosos comités, ¡Oportunidad de Aprendizaje¡ le llame desde esa mañana, esa primera mañana en que sin conocerle escondida en el desorden que mis propias manos habían ocasionado en sus archivadores, atentamente le escuchaba, como olvidar ese momento de incertidumbre, a mis ojos de niña ingenua más que un ordenador de carpetas parecían un jeroglífico, montañas de documentos que en su esquina superior derecha con tinta a mano por el Señor Rector indicaba numérica y alfabéticamente su debida ubicación, una pequeña pero letal muestra de su organización.


No culminar con éxito mi primera tarea fue causa de desvelo, castigadamente debía remediarlo y seria esa mi oportunidad de conocerle, aunque en ese momento no fui consciente de ello y con desamino ingresaba a Rectoría, cada mañana una lección nueva tocaba mi corazón y acrecentaba en mi la curiosidad por su pasado y el actuar de su presente, sostener una conversación y en ella lograr su verdadera atención no era cosa fácil, muchos al verle se impresionaban, otros tartamudeaban, otros solo huían, pero otros sonreían, le tomaban de la mano y felizmente conversaban cosas cotidianas como el clima la economía el rumbo de la Universidad y nuevas estrategias académicas a aplicar, me interrogaba del porqué del actuar tan abismal de las personas frente a su presencia, quien era él? ¿Qué cosas había hecho para ocasionar tales sentidos?


Con los años entendí que cuando se nace con luz propia, adaptarse al gris de este sistema no es fácil, el rechazo constante, el choque social y demás prejuicios vánales ocasiona que tu ser logre rallar en lo indeseable del común denominador que más que mediocre y voraz con su toque de conformismo logra absorber a su paso a cada alma débil que lo permita. Sin embargo, ese color es la fuerza que impulsa a pocos a demostrar a muchos, que si es posible lograr lo que parece imposible, que los sueños se pueden hacer realidad, que un luchador inagotable derrumba obstáculos y alza las velas de un barco en dirección contraria, y con ello logra inspirar a muchos más a seguirle, a retarle y porque no a pretender superarle.


Y fue eso lo que Rafael Mojica García, con su ejemplar actuar sembró en mí, el deseo de superación constante tanto personal como profesional, porque si un hombre lo logro otro bien podría hacerlo, bastaría con descubrir el secreto de su éxito, y para ello solo restaba averiguarlo, o bueno, quizá eso creía una adolescente ingenua, y así año tras año entre el ejercicio laboral y académico que él me permitió vivir en la Universidad del Meta, porque cabe resaltar fui una de sus tantas becadas y una de tantas personas a quien concedió una oportunidad vinculándola laboralmente, una de tantos a quien tendió su mano sin esperar retribución alguna más que un promedio, el cual más allá de un requisito se convirtió en una oportunidad de agradecimiento semestral hacia él.


Recuerdo, en una conversación me atreví a decirle con voz fuerte y altanera: “Señor Rector, un día seré alguien importante como usted” a lo que él, con mirada despectiva respondió: “No me interesa que quiera ser como yo, me enorgullecería que fuera más que yo” A lo que en mi afán de sorprenderle le refute: “entonces, seré su competencia montare una Universidad, ya tengo el nombre en mente” A lo que ya entrado en cucharadas amarillas, como él llamaba a su bebida favorita su wisky sello azul, con la voz fuerte que le caracterizaba concluyo: “que no este solo en su mente, que sea una realidad”. Me jure desde ese día le mostraría mi gran hazaña, y estaría tan orgulloso de mi que sentirá que en realidad le había dado una oportunidad a alguien que si la había merecido.


Ya graduada, le convoque a un recinto poco concurrido por su habitual tinte de literatura, cosa poco interesante a los ojos del común pero llamativa a los intelectuales, lugar mágico lleno de color, cultura, exquisita comida, gente bien parecida música de cuerda en vivo, declamación de poesía y muestra de arte, el lugar perfecto para una cena en agradecimiento por los años de apoyo, aunque bueno me quedaba corta, por lo que esa misma noche le anunciaba futuros eventos similares a los que le participaría, porque si había alguien a quien agradecer por mi título era el, esa noche lucia muy feliz sus bromas no cesaron en aparecer minuto a minuto, como era de saberse me incluyo dentro de los actores de sus bromas, rodeado de sus amigos más allegados y sorprendido por la convocatoria del mismo, me expresaba su agradecimiento por invitarle a él y a sus amigos a tal noche de desbordante alegría, a lo que ya con más seguridad le refute: “ será este el inicio de un ciclo de sorpresas Dr. Rafael, es esta mi forma de empezar a decirle “Gracias”.


Hoy en mi balcón, a mis oídos la melodía de un violín con la compañía en mis papilas del sabor de un vino oscuro, mis ojos verdes esmeraldas divisan el firmamento y en él, las nubes vestidas de gris, a punto de estallar en llanto abrazan mi ser que se siente envuelto en un frio sobrio de temperatura triste, cada nube un trazo, una línea imaginaria de tu rostro he de pintar, Rafael Mojica, he de imaginar me sonríes y me retas con solo esa mirada que te caracterizaba, y en cada uno de mis logros he de buscarte, en el inmenso cielo, en cada nube, en cada soplo de vida, y de decirte: “es esta mi forma de empezar a decirte “Gracias”, porque ¡solo un hombre que hizo historia trasciende en el tiempo! Porque quien profeso la doctrina educativa del libertador Simón Bolívar y basado en ella demostró que sus ideales fueron alcanzados nos dejó un legado de su fe y la fuerza de su espíritu inquebrantable.


Autor: Liliana Mora Cifuentes

 


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